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Asociación Española de Gestores de Flotas y de Movilidad
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Reducir los costes operativos de la flota, poder acceder a núcleos urbanos durante episodios de restricción, rebajar la huella medioambiental de la compañía… Son muchas las ventajas de elaborar y estructurar una política de flota "verde". Una política que debe ir mucho más allá de introducir un par de vehículos eléctricos al parque móvil y que debe intentar anticiparse tanto a las necesidades operativas como a las consecuencias de modificaciones legales en el ámbito medioambiental.
La elaboración de una política de flota "verde" debe siempre tener un objetivo.
Lo más habitual y sencillo es marcar un límite de emisiones de CO2 por debajo del cual deberemos elegir los vehículos que formarán para del parque móvil. Este límite puede ser general - para todos los vehículos - o específico - para cada departamento o nivel de vehículo - . Teniendo en cuenta además que los niveles de NOx son un factor de creciente relevancia e importancia, será también interesante establecer un límite de NOx para los vehículos. La elección se complicará un poco más, pero nuestro cálculo de huella contaminante será más real y transparente.
En cualquier caso, y teniendo en cuenta el entorno cambiante en el que nos encontramos, es recomendable plantear 2 metas cronológicas sobre nuestros límites y su cumplimiento: a 2/3 años y a 5/6 años (en función de nuestros periodos de renovación).
Es importante contar con un informe detallado sobre las características de la flota y sus usos en función de factores como consumo medio, kilometraje diario medio, tipología de recorridos (urbanos, larga distancia, etc), tiempo en el que los vehículos no están siendo utilizados, dónde están aparcados cuando no se utilizan, optimización de la capacidad de carga (en furgonetas), etc.
Solo así podremos saber si existen unidades infrautilizadas, si en el caso de los vehículos comerciales ligeros podemos optar por modelos de dimensiones más pequeñas o en qué casos es recomendable o no la utilización de vehículos híbridos o eléctricos. Por ejemplo, en este último caso, los híbridos pierden parte de su eficiencia cuando se utilizan en recorridos extraurbanos, siendo más recomendables cuando su uso urbano es más intensivo. Lo mismo ocurre con los eléctricos. Dada su limitada autonomía (hasta el momento), debemos pensar en ellos especialmente para aquella parte de la flota que realice recorridos inferiores a los 200 km. Y también hay que tener en cuenta que necesitan unas horas de inactividad para recargarse.
En el caso de vehículos GLP o GNC será también importante analizar la cercanía o disponibilidad de EESS en las que se puedan repostar estos carburantes alternativos. Y si tenemos espacio en nuestras instalaciones incluso podemos contemplar la posibilidad de instalar depósitos propios.
No siempre será fácil implantar una política de flota más sostenible. Podemos encontrar muchas barreras, desde los propios usuarios a la de algunos directivos que no ven con buenos ojos renunciar a según qué tipo de prestaciones. Es por ello que debemos asegurarnos que las personas con mayor peso en la dirección de la empresa están alineados con nuestros objetivos. Para convencerlos bastará con enumerar los beneficios y ventajas que comportará una flota más sostenible: desde la reducción de costes, hasta las necesidades operativas relacionadas con accesos a zonas restringidas, pasando por una mejor imagen de la compañía y un compromiso real y transparente con la sociedad.
Por otro lado, una política de flota siempre debe ser un documento vivo, actualizado y en constante mejora. Para ello debemos contar con las aportaciones y el feed-back de los implicados, tanto en positivo como en negativo, y analizar las novedades tecnológicas, legislativas y medioambientales que se vayan produciendo.
Tan importante es contar con vehículos eficientes como que nuestros conductores también lo sean. De ahí que sea de vital importancia que los usuarios de los vehículos sean conscientes de su enorme influencia en el consumo. Y la mejor forma es que los conductores cuenten con la formación adecuada al volante, tanto en eficiencia como en seguridad. Todo ello sin descuidar aspectos básicos y esenciales como el correcto inflado de los neumáticos, seguir el mantenimiento correcto y en intervalos recomendados por el fabricante, no sobrecargar el vehículo, etc.
Actualmente existen diferentes herramientas y servicios que pueden complementar la política de flota y su objetivo de conseguir una movilidad más limpia.
El caso más claro es el de la telemática, una herramienta ya habitual en muchas flotas y que ofrece muchas posibilidades: desde la elección de la ruta correcta a la monitorización de la flota, pasando por la infinidad de datos que proporciona la telemática y con los que podremos analizar minuciosamente el funcionamiento de nuestro parque móvil.
De hecho, podremos conocer con todo tipo de detalles quienes son los peores - y también los mejores - conductores. Ello no solo permite incidir directamente en la raíz del problema sino también motivar a los usuarios a través de la gamificación: premiando a los conductores más eficientes, elaborando diferentes juegos/competiciones que bonifiquen de alguna manera a los usuarios que más reduzcan su huella ambiental… Si aquellos conductores menos implicados visualizan que un mejor comportamiento al volante puede reportarles algún tipo de beneficio, seguramente corregirán su actitud al volante.
El gobierno español, al igual que otros gobiernos europeos, ha ampliado hasta finales de 2020 el periodo de transición entre la normativa de emisiones NEDC y la WLTP mediante unos valores que correlacionan los valores de CO2 de ambos métodos. Unos valores correlacionados que, por cierto, todavía no se conocen. En resumen, que ni la industria automovilística ni los gobiernos estaban preparados para asumir un cambio de estas características. Como siempre los perjudicados son los compradores de vehículos, ya sea un particular o una empresa. Pero en el caso de las compras corporativas el problema es todavía mayor, pues nadie sabe a día de hoy qué impacto fiscal, medioambiental y económico puede tener esta prórroga y hacia donde evolucionará.
Llegados a este punto, ¿qué debe hacer un gestor de flota? ¿Alargar los contratos un par de años más? ¿Renovarla y cruzar los dedos? ¿Hacer un contrato flexible a 2 años con nuevos vehículos? Lamentablemente no existe la respuesta perfecta. Todo dependerá de la casuística de cada empresa y su flota. Eso sí, a la hora de elaborar la política de flota siempre deberemos contabilizar las cifras del nuevo ciclo WLTP (si disponemos de ellas). Es la mejor forma de asegurarnos que nuestra huella medioambiental es la más correcta y aproximada a la realidad.
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